" VIVENCIAS QUE JAMAS SE OLVIDAN"
El tenía 6 años, ella apenas cuatro. Apenas veían entrar a su padre por la puerta de la cocina, se abalanzaban sobre sobre él para que los tomara en sus brazos y les hiciera jugar el caballito, un juego que se lo inventó el padre para sus pequeños y consistía en sentarse él sobre una silla y hacer que los niños se sentaran sobre cada una de sus rodillas y el empezaba a mover las mismas simulando ser un caballito para los pequeños.
El padre, un trabajador de una mina, venía con olor de verdad a caballo, la ropa y su rostro eran de un color negro oscuro; nada de ello impedía que los niños se acercaran a penas lo veían llegar. La madre se esforzaba en hacer esperar a los niños para que el padre se aseara al menos un poco para que los pueda abrazar y estrechar en sus brazos, les decía que papá venía cansado y que no lo molestaran. No, el cansancio no va impedir querer y abrazar a mis niños, decía el tierno y amoroso papá.
Pasaron los años y el ya anciano, una tarde ese niño de entonces, ahora ya un joven, dice a sus hermanos menores: papá puede haber tenido muchos errores y tantos defectos en la vida; pero hay una virtud en él que jamás debemos olvidar. Su ternura como nos amó desde niños y con los ojos llorosos se animó a contarles esos primeros años de su infancia sobre las rodillas de su padre jugando al "caballito"