Cómo no recordar los primeros pasos de la vida en el campo, que al igual de las luciérnagas del lugar, va atisbando el paisaje, con la complicidad de la noche.
Qué vida aquella, que hermosa historia; bella cómo el color del sol de un atardecer de primavera.
Qué recuerdos, qué momentos, que si ya no se pueden volver a vivir, sí que es bueno recordarlos para tomar impulso en la vida y seguir avanzando hacia el más allá.