viernes, 17 de mayo de 2013

" El día en que no volvieron los tordos"

- Por aquí se veía muchos tordos antes de que empezaran a sembrar uvas y fumigalras- me decía el sencillo campecino que me acompañaba ese día en mis correrías misioneras.

Efectivamente, ve vía muchos sembríos de uva y otros frutales, pero lo que no se veía era aves de ninguna clase, todos se habían muerto envenenados por los insecticidas que se les echaba a los frutales. Primero morían ellos y su muerte instantanea y visible, luego serían los humanos aunque la  causa de su muerte no se llegue a determinar que murio envenado por ingerir fruta envenenada.

En ese paisaje verde no sólo se dejó ver la alegre presencia de los tordos, sino que dentro de muy poco tiempo pocos  hombres habrá para que sigan echando de menos el dulce cantar de los pájaros de antaño
  
"Construir  el Reino de Dios".

Cuando se me ha preguntado, que es construir el reino de Dios, sólo he atinado a reponder que: " es hacer que la gente sea feliz".  Y es to sí que es una noble y díficil tarea, es mucho más complejo que edificar un rascacielos. Mientras las estructuras físicas es montar una ladrillo sobre otro y cuanto más pronto mejor y va con plazos y metas. Hacer feliz a  la gente  es un proceso lento, siempre va de menos a más con avances y retrocesos. Y es que ayudar  a un ser humano, a una persona a ser ella misma protagonista de su destino si que cuesta tiempo, paciensia y mucho amor por el prójimo y por supuesto mucha ayuda de Dios, porque al final nosotros somos apenas sus instrumentos, El, el dueño de nuestras vidas