miércoles, 26 de agosto de 2015



                                                    "EL CANDIL"


Pegado a la pared de adobe y sostenido sobre una repisa de madera color del barro, alumbraba un pequeño candil en la casa ruinosa de los abuelos maternos. 

La luz tenue del   viejo candil, anunciaba que así la vida de los abuelos se iba extinguiendo. También anunciaba que pronto el candil  sería  sustituido por  una moderna bombilla de luz eléctrica que llegaría incluso a esa pequeña aldea extraviada  entre las montañas.   

Al llegar la luz, fue llegando  también algo de modernidad: televisión por cable, licuadoras, refrigeradoras, etc.  Llegaron  los programas televisivos muchos de ellos evasivos, más que educativos o formativos. Los programas favoritos: la publicidad desbordante incitando al consumismo desenfrenado.  

      
Los  espacios o tiempos nocturnos  para los cuentos, las leyendas y muchas historias más,  contadas por los abuelos se iban para siempre, para no volver más, como el candil, como los abuelos de la comarca que partían a la eternidad llevándose consigo toda la biblioteca rodante de su sabiduría.


En esas aldeas o comarcas de las altas montañas un candil lo era  todo en  las noches  oscuras cubiertas de neblina en los andes; así, los abuelos eran eso: un manantial, un libro abierto con miles de  cosas e historias por enseñar y  contar. 


Hoy quizá tengamos luz  en demasía y con facilidad podemos  convertir la noche en día; pero que escaso resulta  encontrar a personas que asuman el papel y que de verdad lo sean: pequeños candiles, pequeños referentes que nos enseñen y nos  ayuden a  vivir  la vida, qué es  hermosa, cuando se le encuentra sentido.