jueves, 22 de enero de 2015


                      " VIVENCIAS QUE JAMAS SE OLVIDAN"


El tenía 6 años, ella apenas cuatro. Apenas veían entrar a su padre por la puerta de la cocina, se abalanzaban  sobre sobre él para que los tomara en sus brazos y les hiciera jugar el caballito, un juego que  se lo  inventó el padre  para sus pequeños y consistía en sentarse él sobre una silla y hacer que los niños se sentaran sobre cada una de sus rodillas y el empezaba a mover las mismas simulando ser un caballito para los pequeños.

El  padre, un trabajador de una mina, venía con olor de  verdad a caballo, la ropa y    su rostro eran de un color negro oscuro; nada de ello impedía que los niños se acercaran  a penas lo veían llegar. La madre se esforzaba en  hacer esperar a los niños para que el padre se  aseara al menos un poco para que los pueda abrazar y estrechar en sus brazos, les decía que papá venía cansado y  que no lo molestaran.  No,  el cansancio no va impedir  querer  y abrazar a mis niños, decía el tierno y amoroso papá.

Pasaron los años y el ya anciano, una tarde ese niño de entonces, ahora ya un joven,  dice a sus hermanos menores: papá puede haber tenido muchos errores  y tantos defectos en la vida; pero hay una virtud en él  que jamás debemos olvidar. Su ternura como nos amó desde niños y con los ojos llorosos  se animó a contarles esos primeros años de su infancia sobre las rodillas  de su padre jugando al "caballito"