domingo, 11 de septiembre de 2016


                         Sobre las Parábolas de la Misericordia

                                     "La historia del corderito" 

Corrían los días del junio y llevaba apenas unos meses de sacerdote y como primer destino de trabajo fui destinado a una zona rural, que por ser tal,  era muy pobre; pero esa experiencia de misión era   la que yo quería realizar. La gente se dedicaba a una agricultura de supervivencia y a la crianza de unas cuantas vacas y ovejas; todo ello constituían no solo los activos sino también los pasivos de su  economía; pues para producir la tierra era más lo que invertían, que la rentabilidad que podían obtener y algo parecido ocurría con la crianza de sus animales.

Una de esas tantas tardes de visitas a las casas de los campesinos me tope con el cuadro triste y conmovedor  de una señora que lanzaba unos gritos desaforados de dolor. Aprisa fui a preguntarle que tenía. Resulta, que era la muela la que le dolía. 

Viendo la piara de ovejas frente a  la choza,(casa) atine a decirle:  Señora vaya a vender el carnero más grande que tiene ud. Y deje de llorar y ya no siga sufriendo de dolor....y otras cosas más alcance a decirle; palabras más de reproche, que de consuelo  y alivio las que proferí en esos momentos. 

Fue en esos instantes en que la señora, rompió a llorar más largo y tendido: - Cómo voy a vender ese corderito si es cómo un hijo para mi. Su madre murió a sólo un par de días de nacido y yo tuve que criarlo con biberón; y ahora usted viene a decirme que lo venda , sin saber la historia de ese corderito. 

Ya veré yo cómo voy a la posta médica a sacarme el diente.....pero no necesito que  usted  venga a decirme lo yo debo de hacer para dejar sentir mi dolor de muela, porque a decir verdad,  vender, deshacerme de mi corderito me duele más cualquier  dolor que pueda sentir en mi cuerpo, eso es arrancarme el corazón...terminó diciendo la señora. 

Esa escena y la historia de esa señora del corderito, me ha servido mucho para entender y comprender un poco la gran ternura de Dios para con nosotros, ese derroche de amor que siente por sus hijos. Dios es más amoroso, más dulce y tierno que esa humilde y pobre señora de la historia. 

Cuando de verdad nos dejamos amar por Dios, nos sentimos intensamente amados  por El, no hay palabras para describir y  explicar  ese sentimiento que se traduce luego en un estado de felicidad permanente.  

.....Si en algún momento se nos ocurre pensar  o hasta llegamos a sentir que nadie nos ama; vayamos a estas páginas del Evangelio de Lucas  15, 1-32. Y verás que hay un Dios que se la juega todo por ti, que viene a buscarte y al encontrarte sin reproche alguno te lleva sobre sus hombros a las verdes praderas de su amor y su ternura sin fin.      
                 

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