sábado, 24 de diciembre de 2016



                                                        "Despertando a la vida"


                   Este Villancico fue uno de los primeros que escuché cuando era niño. Escuchado estas dulces y tiernas melodías fui despertando a la vida, allá en la montañas  por donde anduve y di mis primeros pasos. 

Volviendo la mirada atrás, recuerdo con cariño el croar de las ranas en el agua cristalina de los manantiales que en los meses de lluvias brotaban por doquier. La música,  la ponían las mismas fuentes    de agua  que serpendeantes  se deslizaban por las acequias. Los pájaros completaban la sinfonía de ese pequeño Eden  en que me empecé a vivir.

No habían monos, pero si ardillas que muy traviesas iban trepando los árboles frutales  buscando la mejor fruta que aplacara su  hambre  de ágil criatura, que sabe  estar quieta solo cuando duerme.  

A la belleza de la creación había que añadirle  el cariño de hogar,  de una familia campesina,  que al calor del fogón hacía más intensa la alegría de saber compartir lo poco que había, y ahogar una pena que de vez en cuando podía aparecer.

Yo me imagino a Jesús ya cuando adulto, que ante la indiferencia de quienes salía a buscar, sacaba del baúl de su corazón los tiernos recuerdos del amor bebido en su pobre hogar. Pobre en cosas, pero muy rico en amor. Sí,  en el hogar de Nazareth faltó abrigo y alimento para el niño,  ya desde su nacimiento pero jamás faltó amor. Amor de padres desvividos por ese niño que era el mismo Dios, venido a la tierra.

Gracias Jesús por venir a la tienda de mi corazón, ayúdame abrirte siempre ese lugar especial de la vida donde tú buscas nacer cada día. Ayúdame  a saberme amado por ti, tal como Tú  lo experimentabas frente al Padre y tu Madre la Virgen. 

Tú ya naciste, tú ya haz venido a buscarme a la tierra y me sigues buscando, haz que  yo me deje encontrar por ti.                        

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